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La palabra "aperitivo" proviene del verbo latino "aperire", que quiere decir "abrir", y no solamente abrir el apetito, sino sobre todo preparar, predisponer nuestro ánimo para disfrutar de una comida.

En algunos países acostumbra a realizarse en fechas señaladas o festivos y no es común que se haga a diario, mientras que en otros, como en España, Portugal y Francia, es una costumbre extendida a cualquier día de la semana.

Se relaciona este concepto, en el caso de las bebidas, con la práctica de civilizaciones antiguas que mezclaban los vinos con elementos vegetales, con el fin de mejorarlos o adaptarlos a circunstancias climáticas como las estaciones extremas. Es el caso de los egipcios que modificaban el vino para adecuarlo a las temperaturas del verano. De otra parte, los sabores que podían haberse perdido con el transporte o el almacenamiento de los vinos de los que disponían los griegos y romanos de la antigüedad, se intensificaban con aromas como las del mirto, el romero y el tomillo. 

En la Edad Media que los monasterios se convirtieron en centros especialistas en la preparación brebajes con hierbas. Ya desde el siglo XIX, en Turín, Italia, licoristas con apellidos como Martini, Cinzano, Gancia o Campari fueron los primeros en mezclar las hierbas con bajas graduaciones de alcohol. Esta combinación de alcohol de baja graduación y hierbas es el componente básico de los aperitivos, una amplia gama de bebidas que alguna vez fueron brebajes, caracterizadas por ser de consumo social y urbano.

La finalidad del aperitivo es preparar al comensal para despertar el apetito y el posterior disfrute de la comida principal que se servirá.

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